Un esguince es una de las lesiones más frecuentes tanto en deportistas como en la vida cotidiana. Basta un mal paso, una torcedura o un giro brusco para que los ligamentos —esas bandas que estabilizan las articulaciones— se estiren más de lo debido o incluso se rompan parcialmente. Aunque a menudo se tiende a restarle importancia, una recuperación incompleta puede dejar secuelas y aumentar el riesgo de nuevas lesiones.
La fisioterapia desempeña un papel fundamental en este proceso. No solo ayuda a reducir el dolor y la inflamación iniciales, sino que guía la recuperación paso a paso hasta recuperar la movilidad y la fuerza, garantizando que la articulación vuelva a funcionar con seguridad.
Qué ocurre durante un esguince
Los esguinces se producen cuando los ligamentos se someten a un estiramiento superior al que pueden soportar. En función de su gravedad, se clasifican en tres grados: leve, moderado o grave. En los casos más leves, el ligamento se distiende, mientras que en los graves puede existir rotura parcial o total.
Aunque el tobillo es la zona más afectada, también pueden producirse esguinces en muñeca, rodilla o incluso en los dedos. Los síntomas suelen incluir dolor agudo, hinchazón, hematoma y dificultad para mover la articulación.
Los fisioterapeutas recomiendan una evaluación temprana para determinar la extensión de la lesión y evitar complicaciones como la inestabilidad crónica o la debilidad muscular residual. En muchos casos, una recuperación adecuada marca la diferencia entre volver a la normalidad o sufrir recaídas repetidas.
Primeras fases: control del dolor e inflamación
Durante los primeros días tras el esguince, el objetivo principal es reducir el dolor y la inflamación. En esta etapa, la fisioterapia emplea medidas que favorecen la recuperación sin interferir en el proceso natural de cicatrización.
Entre las técnicas más utilizadas se encuentran:
Crioterapia, que consiste en aplicar frío local para reducir la hinchazón.
Vendaje funcional o neuromuscular, que da soporte a la articulación sin inmovilizarla por completo.
Movilizaciones suaves y drenaje linfático, para estimular la circulación y disminuir el edema.
En esta fase inicial, la intervención del fisioterapeuta resulta clave para evitar el reposo absoluto prolongado, ya que mantener la articulación completamente inmóvil durante demasiado tiempo puede retrasar la recuperación y provocar rigidez.
Recuperación de la movilidad y la fuerza
Superada la fase aguda, llega el momento de recuperar el movimiento. Aquí la fisioterapia introduce ejercicios progresivos que reeducan la articulación, fortalecen la musculatura y mejoran la estabilidad.
Algunos ejercicios habituales en esta etapa son:
Movimientos circulares suaves del tobillo o articulación afectada.
Ejercicios de estiramiento controlado.
Trabajo de fortalecimiento con bandas elásticas o ejercicios de propiocepción (equilibrio).
Estos ejercicios ayudan a que el cuerpo recupere la confianza en el movimiento y evitan que se mantenga una rigidez que limite la función, además de proporcionar otros beneficios de la fisioterapia en la recuperación de lesiones deportivas.
La importancia del equilibrio y la propiocepción
Una vez que el dolor y la inflamación han desaparecido, la fase final del tratamiento se centra en la propiocepción, es decir, la capacidad del cuerpo para percibir la posición de las articulaciones. Tras un esguince, los receptores nerviosos encargados de esa función pueden verse alterados, lo que incrementa el riesgo de volver a torcerse.
Para trabajar esta capacidad, el fisioterapeuta introduce ejercicios con superficies inestables o apoyos unipodales, donde el paciente debe mantener el equilibrio mientras realiza movimientos controlados. Este tipo de entrenamiento ayuda a que los músculos respondan de forma rápida y coordinada ante cualquier desequilibrio.
Los ejercicios de propiocepción son esenciales no solo en la recuperación, sino también en la prevención de nuevos esguinces, especialmente en deportistas o personas que practican actividades con cambios de dirección frecuentes.
Evitar recaídas y volver a la actividad
La reincorporación a las actividades diarias o al deporte debe hacerse de forma gradual y siempre con la supervisión del fisioterapeuta. Aunque el dolor haya desaparecido, la articulación puede seguir débil o inestable durante varias semanas.
Los especialistas recomiendan seguir estas pautas antes de volver al ejercicio habitual:
Asegurarse de que no hay dolor al caminar o saltar.
Haber recuperado la movilidad completa.
Mantener la fuerza y la estabilidad similares a las del lado sano.
Utilizar vendajes funcionales o tobilleras durante las primeras sesiones si es necesario.
Si el proceso de recuperación se realiza correctamente, la probabilidad de recaída se reduce de manera significativa. En cambio, volver demasiado pronto o sin una rehabilitación completa puede generar inestabilidad crónica o nuevos desgarros.
En situaciones donde el esguince ha sido grave o ha requerido inmovilización prolongada, el tratamiento fisioterapéutico puede complementarse con técnicas más específicas, como las técnicas de estiramiento asistido en fisioterapia , además de la electroterapia que incluso se puede llevar a cabo en casa mediante dispositivos como este:
El Beurer EM 49 es un moderno dispositivo TENS/EMS digital combinado, pensado tanto para aliviar el dolor muscular como para fortalecer los músculos mediante estimulación eléctrica. Incluye cuatro electrodos adhesivos, lo que permite tratar varias áreas del cuerpo simultáneamente. Ofrece una función de masaje, y su diseño “tres en uno” permite disfrutar de terapias de alivio del dolor, tonificación y relajación. Es una opción efectiva para usuarios que buscan tratamiento en casa con tecnología versátil y práctica.
Cuándo acudir al fisioterapeuta
No todos los esguinces requieren la misma atención. Los de grado leve suelen mejorar en pocos días, pero cuando hay hinchazón persistente, dolor intenso o sensación de inestabilidad, es imprescindible acudir a fisioterapia.
El fisioterapeuta no solo tratará los síntomas, sino que enseñará al paciente a fortalecer la zona y corregir posibles desequilibrios musculares o posturales que hayan favorecido la lesión. Esta labor educativa es clave para prevenir recaídas y mejorar la salud articular a largo plazo.
Conclusión
La fisioterapia es un elemento indispensable en la recuperación de los esguinces. Ayuda a reducir el dolor, recuperar la movilidad y restablecer la fuerza y la estabilidad de la articulación lesionada. Además, previene recaídas mediante ejercicios específicos que reeducan el movimiento y mejoran la propiocepción.
Acudir a un fisioterapeuta cualificado desde las primeras fases del esguince no solo acelera la recuperación, sino que garantiza que la vuelta a la actividad sea segura y completa. Con un tratamiento adecuado y constancia en los ejercicios, es posible dejar atrás el dolor y recuperar la confianza en cada paso.
Autor:
Staff
Los contenidos firmados por el Staff están elaborados por un equipo multidisciplinar formado por fisioterapeutas, redactores especializados y profesionales del ámbito de la salud. Nuestro objetivo es acercarte información práctica, clara y basada en evidencia para ayudarte a comprender mejor tu cuerpo, prevenir lesiones y mejorar tu bienestar físico en el día a día.
Contribuciones:
Paula Torres
Paula Torres es fisioterapeuta y monitora de clases dirigidas, con una gran pasión por ayudar a otros a alcanzar sus metas de bienestar físico y salud. Graduada en Fisioterapia y con certificaciones en diversos cursos donde se ha ido especializando en diferentes materias, Paula combina su profundo conocimiento anatómico con técnicas de entrenamiento innovadoras para ofrecer clases que no solo son efectivas sino también seguras y motivadoras. Con años de experiencia en el sector, se dedica a mejorar la movilidad y la calidad de vida de sus pacientes a través de enfoques personalizados y adaptativos. En sus artículos, encontrarás consejos prácticos y ejercicios efectivos diseñados para que te sientas y vivas mejor.
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